El chequeo prostático lo consideramos imprescindible para la prevención de la mayoría de las enfermedades prostáticas tanto del cáncer como del desarrollo benigno de la glándula.
Cuando pensamos en la palabra chequeo inmediatamente la relacionamos con la prevención del cáncer y es cierto que una evaluación sencilla y periódica una vez al año, nos permitirá detectar en sus primeros estadios el tumor y de esta manera adoptar las medidas idóneas para intentar curarlo.
Pero el chequeo prostático no sólo sirve para detectar el cáncer, también sirve para observar el desarrollo benigno de la próstata, hiperplasia, y sus consecuencias.
La hiperplasia prostática es, sin duda, la enfermedad más frecuente de la próstata, mucho más que el cáncer, y afecta a todos los hombres a partir de los 50 años, se desarrolla muy lentamente, pero puede dar lugar a muchas complicaciones como son las infecciones, hemorragias, insuficiencia renal…
A pesar de ello la mayoría de las veces el paciente, que sabe que tiene un problema, y este se llama próstata, se resiste a visitar al urólogo.
El paciente, que sufre de la próstata, tiene miedo a que el médico le realice exploraciones incómodas y sobre todo a que le diga «se tiene usted que operar».
Las exploraciones que realizamos actualmente son muy sencillas:
La ecografía y el análisis de sangre son las exploraciones básicas.
La resonancia es, con mucha diferencia, la exploración radiológica que mejor nos informa acerca de las características del tejido prostático.
Las intervenciones para solucionar los problemas prostáticos, ya no suponen cirugía, en la mayoría de los casos, son tratamientos mínimamente invasivos.
El láser, la resección plasmaquinética, la resección monopolar.
Actualmente hemos incorporado el método Rezum que trata la hiperplasia prostática con vapor de agua. Con este método conseguimos retraer el tejido prostático que se ha desarrollado y obstruye la uretra.
Seamos sensatos, no veamos fantasmas donde no los hay: un control periódico de la próstata puede evitarnos muchas complicaciones relacionadas no sólo con el cáncer, si no con una enfermedad mucho más frecuente, con el desarrollo benigno de la glándula, también llamado hiperplasia prostática.